Te conocí ahí con el corazón a medio sanar, con la sonrisa recién pulida, y con las expectativas altas. Eras un pack completo, una mezcla de diversión y amor, risas y caricias, tú, solo tú.
Verte caminar por ahí era tan encantador como ver los ciruelos con sus tiernas flores rosas adornar las calles. Tus abrazos eran mas cálidos que sentir el sol llevarse el frió de invierno. Y tu risa, que dichosa me sentía de escucharla, mejor que el canto de esos pajaritos. El timbre de tus voz acariciaba mis oídos y mi mente bailaba el mejor himno primaveral.
Llego verano ¡que verano!
Decidí lanzarme al mar de sentimientos y gritarle al mundo lo que sentía por ti, un grito lleno de llamas y tan brillante como el sol. En un océano de sensaciones nuevas y nuevos matices del amor, me hundí en arena por unas semanas para que luego con tu propia mano ser sacada de ahí.
Volver a verte fue un impacto a mi corazón, un balde de agua fría luego de haber estado muchos minutos al sol. Eras tú al fin.
Otoño ¡que otoño!
Las hojas caían por su propio peso, se amontonaban y eran pisadas como si nada. Las nubes comenzaban a aflorar en el despejado cielo de verano. Los cálidos días se iban al igual como te alejabas tú de mi y yo de ti.
La humedad tomaba control de los días y protegerse de sentir frió era lo primordial. Protegerme de ti para no ser lastimada fue mi panorama de este otoño, junto con ver mis ilusiones despegarse de mi y caer secas al piso como doradas hojas rotas.
Frió, frió.. invierno ¡que invierno!
Estoy sufriendo el frió de los días, el viento remueve todo lo atado al piso y lo deja ir y venir a su gusto. Atada a mis sabanas, fiel a mis letras, hundida en mi misma puedo decir que soy un caos. Soy de hielo cuando estoy contigo y lo sabes. Tu sonrisa primaveral se hizo gris con el pasar de los meses, luego de tantas lagrimas, después de creer todo y serle fiel a un ciego optimismo en mi. El cielo ruge, las nubes no cesan el llanto y yo solo espero que me extrañes.
No quiero llegar a primavera y seguir de esta manera.