Yo no quiero hablar de ti, no quiero hablar de ti, no quiero hablar de ti.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Té y café.

Inconcientemente te espero, volteada a la ventana, con una taza de te en la mano, humeando, pensando. 
En la esquina con una luz tenue, frente a la ventana hay un inmenso árbol que obstruye los rayos del sol entrar por completo para llenar la mesa y enceguecerme. Miro la hora, bebo un sorbo de té, golpeo suave pero impaciente los dedos sobre la mesa, juego con las servilletas y vuelvo a mirar la hora. 
Hace mas de un mes que llevaba esta rutina, a las 10 de la mañana entraba en este café y aunque yo odiara el café tanto como levantarme temprano sabia que ahí mismo encontraba un té delicioso que me recordaba a haberme quedado en casa de mi abuela hasta muy tarde deleitándome de sus historias y su comida. Pero ya me perdí, disculpa soy distraída. Me sentaba justamente en la mesa de la esquina, al fondo, junto a una inmensa ventana que me permitía ver los autos pasar y la gente caminar, en eso me distraía. Rara vez llevaba algo conmigo, un libro o alguna revista interesante que cruzara por mis ojos en el momento de dejar mi departamento a unas 12 cuadras de aquí. 
La primera vez que entre fue buscando una dirección, era nueva en este barrio y sinceramente me aterraba incluso hablarle a una vendedora. Dentro de la charla me sirvió un café como una especie de bienvenida al barrio y sin querer parecer descortés tome la taza y me instale justamente en ese rincón. Y justo ahí, cuando creí que nada mejor podría pasar, te vi. 
Sonó la campanita instalada en la puerta y mis ojos se desviaron por si solos a ver curiosos quien llegaba, no pretendía encontrarme con ese perfil, con ese tono tostado de piel, esos ojos marrones de en sueño, esa barba de unas semanas, tu espalda ancha, ese cabello perfectamente arreglado para que se viera desordenado, tus labios gruesos y tu nariz muy ajustada a tu rostro. Sentí que paso una eternidad mientras te contemplaba y antes de que parecía una loca moví mi mirada al café que frente a mi se enfriaba, sonrojada. Moví mis dedos nerviosa, acomode mi cabello y mis ojos se armaron de valor para levantarse y volver a buscarte, sorpresa, estabas a dos mesas de la mía con tu postura vuelta de frente a mi. Sonreí y bebí café para actuar natural, aunque se que lo hacia fatal. 
Pasaron varios días, todas las mañanas me dejaba consentir por el olor de las galletas recién horneadas, los brownies perfectamente cortados, el olor a café que soportaba y mi tazón inmenso de té y obviamente de verte a ti. Conforme esto pasaba logre saber tu nombre sin tener que preguntarlo de frente, Mateo. Rara vez nuestras miradas se topaban, y curiosamente el tampoco venia acompañado de nadie. Me encantaba el misterio que surgía, querer averiguar cosas de el pero que la timidez que había nacido conmigo me lo impidiera me volvía loca, sabia que estaba perdiendo muchas oportunidades o quizás ninguna. Mientras observaba por la ventana me auto convencía de que tal vez, solo tal vez, Mateo ya estaba enamorado, quizás vivía con esa afortunada chica y de por si ya poseía una vida complemente armada y plena. Pero luego mis suposiciones se venían abajo cada mañana al ver que entraba solo, con una mirada feliz pero con la ausencia de algo. 

Pasaron dos semanas y un poco más cuando la silla que se encontraba frente a mi fue movida por sus morenas manos, enorme, como de oso, creo que estoy loca. Se sentó frente a mí sin decir nada, solo espero mi reacción. Dentro de mí nació una adrenalina combinada con una vergüenza que logro sacar de lo más profundo de mi voz un nervioso y realmente torpe: hola. Su sonrisa inmediatamente cubrió la mitad de su cara y como si nos conociéramos de toda la vida charlamos hasta que la dueña del café nos aviso que debían cerrar un momento para la hora de colación. Nos despedimos y dentro de mi sentí un vació al ver su existencia alejarse por la calle, pero se lleno de la felicidad de que por fin había podido hablarle. Su tono de voz era perfecto, causaba en mí una especie de electricidad que me recorría por cada vértebra. 
Y así luego de eso cada mañana charlábamos y luego nos despedíamos para ir a nuestras respectivas ocupaciones. Hace dos días me pidió mi número y durante la noche cuando trataba conciliar el sueño recibí un mensaje de el: Has pensado alguna vez cual es tu misión sobre esta Tierra? A veces de solo pensarlo no logro dormir, como esta noche. Disculpa si te desperté. No importaba, nada importaba, ni siquiera que la luz del celular hiciera que me dolieran los ojos. Convertimos esa noche de insomnio en un montón de preguntas existenciales, sin respuestas y repletas de dudas. A la mañana siguiente los dos tontos con sombras oscuras bajo nuestros ojos pero mucha más platica para nosotros. 
Esa mañana en particular estabas atrasado, ya debías haber llegado hace una hora más o menos para nuestro usual encuentro. Miraba mi celular esperando algún mensaje tuyo, alguna carita, algo y nada. La mesera pasó junto a mí, me miro nerviosa y dijo: Tal vez hoy no venga a desayunar, Marie. Oí en la radio que hubo un gran accidente entre la calle 8 y la 13, quizás sigue atascado en el trafico. Eso sinceramente me saco el corazón y dejo que aterrizara encima de la taza que por accidente, lo juro, tire por la mesa. Y justo cuando mi preocupación aumentaba la pantalla de mi celular se iluminaba con tu nombre y una llamada entrante, temblorosa atendí pero tu voz no fue la que escuche del otro lado. 
- ¿Hablo con Marie? -un nudo en mi garganta impidió que emitiera palabras, solo un callado "ajam" escupió mi garganta- habla con el paramédico Reese... -continuo- 

Mateo y mi corazón fallecieron esa mañana de 5 de Junio. En el mismo lugar donde nos conocimos, justo con el mismo té y el mismo café que solíamos beber. Rodeada de la misma gente me desmorone como si aplastaran un castillo de arena. Maldecir en ese momento no calmaba nada dentro de mí y las lágrimas salían de mis ojos ahogándolos y dejando una estela ardiente por encima de mis mejillas. Y con mi tristeza me moví hasta mi departamento, encerrada entre mis paredes, en mi silencio donde solo se escuchaba mi sollozo profundo me dedique a pensarte. Y llámenlo destino, arte de magia o algo por el estilo, pero en el segundo en que desbloquee mi celular cayeron muchos mensajes de whatsapp de el que no había recibido por no tener internet. 
"Hoy desperté y comprendí que la vida consiste en pequeñas misiones. Hace poco logre completar unas cuantas: acercarme a ti, hablarte, conocerte, hacerte reír, extrañarte, buscarte, encontrarte. Se que hay muchas más, lo tengo presente, pero la más importante de todas es enamorarte." 
"Jajajaja de seguro ya saliste de tu departamento, boba ¿cuando será el día que le pongas internet móvil a tu celular?”
"No te lo he dicho de frente pero cobardemente por aquí te digo que te quiero mucho Marie" 
"Se que no veras esto pero hoy te toca tomar café, se que lo odias pero si lo ordenas como yo lo escojo se que te encantara, a la Mateo ajajaja ok, mejor me dedico a conducir, te veo en unos minutos bella." 


Cinco meses después sigo en el mismo café, el mismo rincón, la misma ventana, el mismo sol, el mismo árbol, casi las mismas personas y tu recuerdo en una taza de café, imaginando tu risa, tus bromas, tu ronca voz, tus ojos, tus manos, tu figura sentada firme frente a mí. 

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